LA SIESTA
III
La siesta! La ciudad, allá, a lo lejos,
fuera de mi temor y mi mirada,
era una soledad deshabitada
despojada de luces, de reflejos
y aquí en mi corazón, también la tarde
tranquilamente ardía, transcurría,
como arde el corazón y el amor arde,
presa de su infinita fantasía.
La siesta era esperar, era estar solo,
tan hermoso y altivo como Apolo
pero en un mundo vanamente muerto.
Era no comprender, no saber nada
acerca de esa inhóspita morada
(el mundo) y era el miedo descubierto.
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