miércoles, 6 de agosto de 2008

Sí.

El viaje en Chevallier no estuvo mal:
apoyé la cabeza, lloriqueé,
miré el paisaje, me dormí, llegué
y empecé a recorrer la Capital.

Pero lo peor de aquella recorrida
fue que en cada pared, cada ventana,
en cada pedacito de la vida
todo lo que veía era de Aldana.

Desde Zárate Aldana iba lanzando
los invisibles hilos que movían
aquello que mis ojos encontraban.

Aldana, corazón, me están faltando
los pasos que en mis pasos se perdían
cuando nuestros destinos se enlazaban.