viernes, 27 de julio de 2007

Desasido de luz, de la mirada
de la perdida compañera mía,
sin ese su mirar, sin esa vía
que reflejaba el mundo y lo alejaba,
me queda el recordar cómo reía,
tan sólo recordar cómo jugaba
con esa soledad que yo le daba
trocándola en misterio y alegría.
Solo, sin ella, al fin, pienso en el alma
y el alma la reclama y nada puede
desprestigiar la pena que ha dejado.
Y ya no hay un momento en que la calma
pueda existir en mí, porque no cede
este pespetuo viaje hacia el pasado.

lunes, 9 de julio de 2007

DE QUÉ ME QUEJO?

No vendrá en la mañana la blandura
del sol a mitigar mi encantamiento;
no vendrá a convertir lo que ahora siento
en vaguedades, rumias, en basura.
La noche y su liviana quemadura
(el tiempo de la noche es hondo y lento)
no dará con el hórrido esperpento
que habita en el confín de la cordura.
Hacia el alba un antiguo desencanto,
una necesidad de andar a prisa,
fatigará mi insomnio y seré el viejo
hombre que en otro tiempo quise tanto,
el que viste prejuicios y camisa
y repite sin fin: ¿de qué me quejo?

miércoles, 4 de julio de 2007

PALABRAS





Moribunda en la luz, aparecida
como un augurio fantasmal, mi musa
se acerca entre la tarde detenida
al centro de esta página confusa

y nada dice. Apenas, como dando
una gravitación a su presencia,
va formando palabras y formando
palabras se transforma en inocencia.

Y es ante mi estupor o mi sorpresa
al ver que esas palabras inaudibles
perecen, al nacer, en mi cabeza,

que mi musa declara con tristeza:
“estas palabras son tus imposibles
maneras de llegar a la belleza”.

domingo, 1 de julio de 2007

MI AMIGO

II

La palabra aparece, se deshace
en mi voz, lentamente se consume,
se incorpora en un hálito y me sume
en el dolor de todo lo que nace.

Mi amigo, mi otro yo, mi escalofrío
se abre en esa palabra transparente
y a su sonido gutural, silente
o susurrando apenas, me confío.

Mi amigo es lo inusual, lo inestimable,
lo fascinante que aparece en tanto
busco dentro de mí la melodía.

Es quien me asedia y quien me dice que hable
y al hablar es quien hace con su canto
que nombre sin palabras la poesía.
III

Cuando era más pequeño, aquel amigo
que mora en mi interior, me parecía
no como hoy un espejo de poesía
sino mi más lunático enemigo.

Me convidaba penas, me dejaba
llorando en los rincones del ocaso
y no podía entender por qué a su paso
algo dentro de mí se transformaba.

Era él mismo, era yo, desarrollando
una manera de crecer extraña:
en soledad feliz y en grupo, triste.

Amigo, ¿dónde estás? Te voy buscando
desde hace largo tiempo y no me engaña
la ausencia que quedó cuando te fuiste.
IV

Te sospecho en la noche, te recuerdo
en la alta soledad de madrugada
cuando en cada sonido y cuando en cada
melancólico pálpito me pierdo

y me pregunto: ¿será él? ¿Será?
¿Vendrá a buscarme como ayer lo hacía,
encinta de la pútrida poesía
y de ese amor prohibido que me da?

Y, sin embargo, no, no estás presente,
no aparecés y nada es tan terrible
para mi corazón, para mi mente.

Amigo sin piedad, inexistente,
vivo porque te espero todavía,
porque, si no esperase, no sería.